Soy mi verano porteño, de jazmines en flor, de duraznos carnosos en cajones de madera apiñados en cualquier frutería de cualquier ciudad del mundo.
Soy el amor infinito de mis hijos y sus sonrisas. De mi madre, soy su gracia para el baile y la cocina y de mi viejo, el tecleo de la máquina de escribir.
Soy la alegría de mi abuela, recién bajada del barco desde tierras españolas.
Soy la mirada profunda de mi hermana.
Soy el Río de la Plata, soy helado de dulce de leche con nuez y el cortadito uruguayo con espuma.
Soy mis amigas, todas, las de acá, las de allá, las que están por llegar y las que se fueron.
Calma, pero en ebullición constante.
Curiosa, miedosa, valiente cuando se necesita, lenta en reacción a veces pero de respuesta rápida cuando tengo ganas.
O quizás al revés.
Soy Venus y Neptuno, con Júpiter como destino.
Soy la luna que se refleja en un mar lejano, una montaña quieta y un río rápido.
Soy feliz, a veces no lo soy, pero agradezco de igual manera ese instante pleno.
Soy los miles de libros que quise leer, los que leí y los que leeré.
Soy una pantalla de cine blanco y negro.
Y tengo días en los que soy 3D.
Soy 10 dedos huesudos y una boca carnosa como los duraznos de verano de la frutería de la vuelta.
Soy todo eso y lo que seré.